Entrelazados - Capítulo 44

- ¿Cuándo fue que no nos cuidamos?.- le preguntó Bautista a Celeste, quien no paraba de llorar un segundo. Él le acarició la cara para calmarla.- Eu, gorda, no llores...Tranqui, yo estoy acá.
- ¡No lo puedo creer!.- exclamó Celeste.- Yo no quería esto para mi vida...¡¡Encima siempre nos cuidamos!!.
- Habrá sido alguna vez que se rompió, no nos dimos cuenta y pasó...- dijo él.- No es momento de pensar en eso, ahora tenemos que solucionar qué vamos a hacer y la decisión que vamos a tomar.
- ¿Qué decisión? ¿De qué hablás?.
Bautista no quería ser frontal en absoluto, pero por otro lado no le quedaba opción. No sabía si Celeste se estaba haciendo o realmente no se dio cuenta a qué se refería él.
- No sé, Cel...Capaz no querés tenerlo.
Celeste, sacada de quicio, se puso de pie mientras continuaba llorando a los gritos.
- ¡¿Me estás diciendo que lo aborte?! ¡¿Vos estás en pedo?!.
Bautista también se levantó del sillón y la tomó del brazo.
- ¡No! ¡No quiero que lo hagas! Pero capaz lo querías pensar. El cuerpo es tuyo, no mío.
Celeste señalaba su panza.
- Pero acá adentro hay un hijo de los dos, y yo no soy quien, por más que sea la madre, para decidir sobre su vida.
- ¿Cómo que no?.
- ¡Bautista, la puta madre! ¡Cómo se nota que no entendés nada!.- Celeste tomó una campera, se la puso, agarró sus llaves y las guardó en el bolsillo.- Me voy.
- ¡No, pará! ¿A dónde vas?.
- Me voy a ver a Pache a la comisaría, somos los únicos dos que no fuimos.
- ¿Cómo vas a ir ahora? Andá a tu casa a descans...
- ¡Bautista!.- interrumpió Celeste.- ¡No estoy inválida, eh! Estoy embarazada nada más.
- Ah, listo, pequeño detalle.
- ¿Vas a venir conmigo o no?.- preguntó ella un poco furiosa.
Bautista se acercó y le dio un beso en el cachete.
- Dale, amor, no te enojes.
Como Celeste no le respondió, Bautista continuó hablando.
- Es difícil tener un hijo ahora, somos pendejos, vos no tenés laburo, el mío no es muy estable...Lo único que tenemos es una casa. ¿Qué querés que te diga? Me da miedo, boluda.
- ¡A mí también me da miedo! ¡Me muero de pánico!.- exclamó Celeste mientras continuaba llorando. Luego revoleó las llaves arriba de la mesa y se tapo la cara mientras las lágrimas continuaban cayendo. Bautista se acercó a ella y le corrió las manos de la cara.
- Esto lo vamos a atravesar juntos, como tantas otras cosas que nos pasaron, ¿sabés?.
Celeste negaba con la cabeza.
- No podemos. Esto es distinto. No lo vamos a lograr, Bauti, no estamos preparados para ser papás.
Bautista sonrió con un brillo de alegría en sus ojos.
- ¿No te das cuenta de lo que estás diciendo, gorda?.
Celeste levantó la cabeza y lo miró, haciendo puchero y esperando una respuesta.
- ¡Vamos a tener un hijo! ¡Un mini Bauti!.- exclamó él mientras sonreía cada vez más y le acariciaba la panza a Celeste.- ¡Tanto tiempo juntos y se concreta nuestro amor! ¡Boluda, es buenísimo!.
Celeste miraba a su novio extrañada, sin poder creer su actitud. Había dejado de llorar, pero aún así estaba amargada. Como Bautista no paraba de saltar y corretear por el living por su extrema felicidad, Celeste decidió tomarlo del brazo y le dio un cachetazo para hacerlo caer en la realidad. Finalmente, él se dio cuenta de cómo eran las cosas...

Como cada miércoles por la mañana, Nicolás salió a correr por el parque para entrenar un poco. Eran alrededor de las diez y media cuando, en medio de su trote, ve de espaldas a una rubia caminando delante de él. Nico aminoró la marcha y se detuvo detrás de un árbol a observar a esa joven. ¿Era ella o no? No quería arriesgarse a llamarla por si se confundía, no quería quedar como un tarado. Finalmente optó por dejar las cosas como estaban, así que siguió su trote, y cuando pasó por al lado de la rubia, ella exclamó:
- ¡Eu! ¿No saludás?.
Nicolás, dándole la espalda a ella y procurando que no lo viera, se mordió los labios y puso cara de fastidio. Se detuvo y dio media vuelta, acercándose a saludar a Rocío.
- Hola.- dijo Nicolás mientras le daba un beso seco en la mejilla.
- ¿Cómo andás? Desde la semana pasada en la comisaría que no te cruzo.- consultó Rocío con cautela.- Estuve yendo a todos los entrenamientos de Lauti en la semana y no te vi.
- No, es que...- Nico no sabía qué decir. La realidad es que no había ido porque se fue una semana a la quinta de Vera en Chascomús, pero no se lo había dicho a nadie para que no se enojen con él por faltar, así que tampoco sabía cómo mentirle a Rocío.- Estuve ocupado, con mil cosas en la cabeza, y más sabiendo que todavía Pache está adentro, no sé, no me dan ganas de nada...
- Sí, me imagino...- agregó ella.- Pero bueno, la vida sigue.
Casi sin darse cuenta, los dos jóvenes ya llevaban dándole la vuelta número tres al parque. Hablaron de muchas cosas y se actualizaron con el día a día, y lo que más centró su atención fue lo que había pasado con Pache y cómo se encontraba Macarena, quien no paraba de llorar un segundo, y lo iba a ver todos los días. En un momento, la situación se puso incómoda y se generó uno de esos silencios tensos que nadie sabía cómo cortar, hasta que Rocío decidió encarar la situación de otra manera, sin pelos en la lengua.
- Nos debemos una charla de qué fue lo que pasó con nosotros.
A Nicolás lo tomó por sorpresa este comentario, y la realidad era que no quería arruinar las cosas con Vera, y ya bastante mal se sentía estando con Rocío caminando hace dos horas por el parque como solían hacer antes.
- Nunca hubo un "nosotros".- aclaró Nicolás marcando distancia.
Rocío lanzó una risa sarcástica.
- No seas negador, Nico.- ella lo miraba fijo mientras caminaba para atrás, y él dirigía la mirada a todo su alrededor.- ¿Vas a borrar con el codo lo que escribiste con la mano?.
- ¿Eh? ¿Qué? ¡Yo no escribí nada!.
Rocío recordó que no era Lautaro con el que hablaba, sino Nicolás, y que con él esas frases metafóricas nunca habían funcionado porque jamás las entendía. Ella dejó soltar una risita tierna, y retomó la conversación.
- ¿Para vos no fue nada lo que tuvimos?.
Nicolás respiró hondo, frenó en su caminata y se sentó en un banco. Allí dedicó su mirada de lleno hacia Rocío.
- Mirá, Ro, te soy totalmente sincero, ¿dale?.- preguntó el. La rubia asintió esperando que él continúe.- A mí me gustabas una banda, pero posta, eh. Estaba re loquito por vos y te quería mucho, porque encima hiciste algo re importante por mí que fue sacarme de la comisaría esa noche y es algo que te voy a agradecer siempre.- Nicolás tragó saliva y continuó hablando.- Pero hoy en día las cosas son distintas...
- ¿Y ya fue todo? ¿Ni siquiera amigos?.- Rocío hablaba con un poco de congoja.- Mirá, Nico, para mí no se puede borrar así como así nuestra historia...Eso sería matar la memoria.
- No, no.- negó él con la cabeza y con palabras.- No borrar nada, tenerlo en cuenta, creo que conocernos nos ayudó a crecer un montón y aprender un montón de cosas.
- ¿Aprender?.
- Sí.- aclaró él.- Aprendimos a valorar a los que de verdad les importamos. Yo a Vera, vos a Lauti.
Rocío sentía un nudo en el pecho imposible de desatar.
- ¿Querés decir que entre nosotros nunca nos importamos?.
Nico tomó la mano de Rocío y la miró fijo.
- Sí, Ro, me importabas y me gustabas un montón, pero yo soy amigo de Lautaro ahora, más que antes, y no puedo permitirme ser tu amigo porque quizás las cosas después se vuelven a confundir y cagamos, ¿entendés lo que te digo?.
Rocío asintió, respiró hondo para aguantar las lágrimas, soltó la mano de Nicolás y se puso de pie.
- A mí me gustabas en serio.- dijo ella.
- A mí también, pero no nos queríamos...Entendé eso, Ro, nada más nos gustábamos como atracción física y por intriga de cómo será el otro.
- Yo no pienso así.- comentó Rocío un poco furiosa.- Pensé que lo nuestro era re profundo. Yo arriesgué mi noviazgo de un año y medio por vos, ¿o no te acordás cómo me la jugué en la casa de Bauti esa madrugada adelante de los dos?.
Nicolás sonrió por haber recordado eso.
- Me acuerdo de todo...
- ¡Entonces no podés negar que entre nosotros había algo re especial!.
Nicolás negó con la cabeza, y se puso de pie, tomando la cara de Rocío entre sus manos y mirándola profundamente para lograr que entre en razón.
- Ro, me encantabas, me seguís pareciendo hermosa, todo...Pero yo ahora quiero estar con Vera. ¿Vos no querés estar con Lauti?.
Rocío quitó las manos de Nicolás de su cara.
- Sí, yo amo a Lautaro y siempre lo amé a él.- aclaró ella con desgano.
- ¿Entonces cuál es el planteo que me estás haciendo?.
- Nada, boludo, ya fue, todo bien. Quería que al menos quedemos como amigos.
Nicolás lanzó una risa irónica.
- Nunca vamos a ser amigos nosotros. Podemos llevarnos bien y todo, pero ser amigos es cualquiera. Yo soy amigo de tu novio, no tuyo.
A Rocío cada palabra la lastimaba un poco más. Realmente tenía ganas de mantener el contacto con Nico, procurando ambos no sentir nada más, pero él le cortó el rostro sin un poco de compasión.
- Está bien.- dijo ella con ganas de irse.- Flasheé cualquiera, disculpá.
Nicolás le dedicó una de esas sonrisas compradoras que a ella tanto la derretían.
- Todo bien.- respondió él acercándose a la rubia y dándole un abrazo fuerte.- Te quiero.
Rocío respondió a estas palabras con una sonrisa, y se alejó de él. Cuando por fin le dio la espalda y procuró estar alejada, se largó a llorar.

Los días para Macarena eran cada vez más largos. Se levantaba, iba a la facultad, volvía a su casa, preparaba el almuerzo e iba a ver a Pache a la comisaría. Luego volvía a su casa, se daba una ducha, dormía una siesta de una hora, y volvía a la comisaría hasta el día siguiente. Había noches que ni siquiera le permitían ver a Pache, pero ella igual esperaba en el hall de entrada, sentada en un banquito, viendo pasar muchísima gente y situaciones diversas. Cada día iba alguien a acompañarla: los lunes iba con Vera, y los martes se sumaba Nico a ellas dos. Los miércoles iba Lautaro y el gordo Ale, los jueves Santino, los viernes Bauti y Celeste, los sábados Rocío ya que durante la semana trabajaba y los domingos se iban turnando y a veces hasta iban todos. 
Macarena se sentía muy acompañada y apoyada por sus amigos. Comprobó quiénes eran los de verdad, y al final todos resultaron comportándose muy bien tanto con ella como con Pache. Ah, Pache...¡cuánto lo necesitaba! Le dolía en el alma todo lo que había sucedido, y deseaba con todo su corazón que finalmente lo saquen de allí para volver a la normalidad, pero no parecía ser algo posible. 
El padre de Pache no iba casi nunca, y cuando lo hacía simplemente se acordaba de recordarle a su hijo cuán irresponsable e inútil había sido. En una oportunidad, Macarena discutió con él y desde allí no volvió a aparecer, así que la única compañía de Pache era su novia.

Como Malena había empezado ya quinto año, y se acercaba la época de irse de viaje de egresados, las peleas resurgían con Alejandro todos los días.
Ella juraba que no iba a hacer nada, que se portaría bien, que no iba a irse de joda a levantarse chicos sino a divertirse con sus compañeros. Alejandro, por otro lado, mantenía su nivel de desconfianza como cualquier novio celoso, y le aclaraba que si ella se iba, deberían separarse.
- ¡Alejo, por Dios! ¡Mirá si nos vamos a separar porque me voy a Bariloche! ¿Estás en pedo?.- solía exclamar ella muy enojada.
A Alejandro no le importaba: seguía manteniendo su postura y le indicó que si ella se iba, él no quería saber más nada.
- ¿Vos te fuiste a Bariloche?.- preguntó Malena.
- Sí, más vale.- dijo Ale.
- ¿Entonces por qué yo no tengo derecho a hacerlo y me lo tengo que perder? ¡No podés ser tan egoísta!.- Male estaba totalmente sacada y le daba muchísima bronca la actitud de su novio. Por otro lado, lo comprendía y sabía que no era una situación fácil, menos sabiendo el pasado de Malena, pero le dolía que no reconozca sus mejoras y todo lo que había cambiado para estar con él.
- Porque vos no existías en mi vida cuando yo me fui, si hubieras sido mi novia ni en pedo me iba.
Y así discutían cada día, a cada hora, cada minuto, cada segundo, y todo el tiempo sacaban la misma conclusión: Malena le rogaba para no separarse, y Alejandro le pedía que no se vaya. Sinceramente, ninguno de los dos llegaba a nada y no buscaban una solución. ¿Qué parte es la correcta? ¿Malena está equivocada con lo que dice de querer irse igual? ¿Alejandro está en su derecho de pedirle que no se vaya?.

María Sol y Mario, los padres de Celes, recibieron la noticia de la manera más inesperada.
Bautista y Celeste fueron juntos a contarles la nueva noticia, pero ella tenía mucho miedo a que la quieran echar para siempre de su vida, o que no le hablen más, o incluso que la obliguen a no tener ese bebé. Se pasó días enteros llorando hasta que finalmente se animaron los dos a blanquear la situación.
La primera en reaccionar fue María Sol, quien lanzó un grito de desenfreno, y rápidamente corrió a abrazar a su hija y abrazarle la panza. Instantáneamente comenzó a darle consejos, recomendaciones y un montón de cosas más para que Celeste tenga en cuenta.
Mario, por su parte, estaba un poco dolido. No lo ponía mal el hecho de que su hija haya quedado embarazada. Bah, en realidad por supuesto que le preocupaba este hecho ya que prefería que ella se reciba, tenga un trabajo estable y así pueda empezar a formar su familia, porque a los diecinueve años no era muy fácil criar un hijo. Pero lo que realmente le dolía a Mario era ver que creció su hija. Su retoña finalmente se le escapó de las manos y estaba tomando su rumbo, volando sola y aprendiendo de la mano de otro hombre que ya no era su papá, sino el amor de su vida.
Esa tarde, una vez que Bauti se fue a trabajar, Celeste se dirigió con sus padres a su médico clínico de cabecera para que la puedan controlar y revisar que todo esté bien. Las cosas marchaban de manera muy sana, y Celeste estaba embarazada de siete semanas y media.
Ahora sólo quedaba esperar a que Pache salga de la comisaría, que las cosas vuelvan a la normalidad, y así poder contarles a todos la noticia de un bebé que estaba en camino.

Aquella tarde, Nicolás fue hasta la casa de Vera. No le importaba tener que tomarse dos colectivos de cuarenta minutos de viaje cada uno: le encantaba ir a verla. La pasaban muy bien juntos, y la clave era que se hicieron muy amigos así que no sólo eran una pareja, sino que se divertían muchísimo y cualquiera que salía con ellos dos la pasaba bien: eran una pareja extremadamente divertida.
Apenas llegó esa vez, saludó muy tiernamente a Vera y comenzó a contarle la situación del parque con Rocío.
- ¡Ay! ¡Se te re quiso tirar!.- exclamó Vera.
Nicolás rió, le gustaba mucho cuando se enojaba.
- Puede ser, pero igual yo le corté el mambo de una.
Vera aún no podía creer lo bien que funcionaban las cosas entre ella y Nico luego de esa tarde en el Álamo que casi culmina su relación por completo.
Vera preparó una merienda y luego se fue a bañar, mientras Nicolás veía partidos de fútbol viejos por Fox Sports, acostado en la cama. Cuando Vera salió del baño, una oleada de perfume con fragancia a coco inundó la habitación. Ella se había puesto un camisón blanco casi transparente que dejaba ver su linda figura, pero no le llegaba a tapar nada, ya que el camisón era hasta la cadera. Nicolás abrió los ojos y la miró, complacido por esa imagen. Iba a elogiarla y decirle palabras lindas para hacerla sentir hermosa como realmente era, pero ella se anticipó acercándose a él y dándole un beso lleno de pasión, que derivó en la primera vez de ellos dos juntos...

Los primeros días del mes eran fatales en el estudio de los padres de Santino, por lo que él y Rocío estaban absortos de trabajo. Hacían horas extra, y en varias oportunidades iban los domingos a terminar con todo el papeleo.
Aquel miércoles, luego de que Rocío se cruce con Nicolás en el parque, llegó al trabajo con demasiado mal humor y los ojos hinchados por haber llorado. Saludó a todos sus colegas intentando disimular que estaba mal, pero Santino ya la conocía lo suficiente como para reconocer que algo le estaba sucediendo. Él salió de su oficina y la llamó a ella para que entre.
Rocío se sentó en la silla del otro lado del escritorio de Santi y lo miró.
- ¿Qué?.- preguntó ella con mala cara.
- Contame qué te pasa.
- Nada.
- Decime qué te pasa.- insistió Santino.
Rocío apoyó los codos sobre el escritorio de madera y se tapó la cara, comenzando a sollozar. Santino se acercó a ella y le acarició la espalda, colocándose en cuclillas a un costado. Decidió no hablar, y esperar a que ella lo haga para contarle lo sucedido.
- Recién vengo de la casa de Lauti.
- ¿Y?.
- Lo dejé para siempre.

Luego de dos meses y medio de espera, llegó el juicio donde se plantearía el futuro de Pache adentro o fuera de la cárcel. El auto ya había sido devuelto a su padre, quien lo vendió para no recordar más este hecho.
En el juzgado se encontraban Pache, por supuesto, su padre, la mujer de su padre, Macarena, la madre de ella y su hermano, Lautaro, Nicolás, Celeste, Bautista, Vera, el gordo Ale y Malena. Rocío y Santino no pudieron ir por el trabajo, ya que no les permitieron faltar para asistir allí, incluso cuando la abogada de Pachetti era la madre de Santi.
Después de esperar varias horas, muchos dimes y diretes, vueltas en contexto, explicaciones, pruebas, demostraciones y muchas cosas más, la jueza Stefanini tomó la decisión final.
Pache estaba agarrado de las manos de su novia muy fuerte, con miedo, y Maca estaba apoyada sobre el hombro de él con los ojos cerrados, presionándolos para no escuchar. El padre de Pache permanecía inmute, no se le movía una parte de la cara: estaba completamente inexpresivo. Bautista y Celeste estaban abrazados, mientras ella lloraba en silencio por los nervios. Vera se mordía los labios, el gordo Ale cruzaba los dedos y Malena no hacía nada, simplemente se preocupaba por la reacción de Alejandro por perder a un amigo. A Lautaro se le notaba cómo tragaba fuerte.
Las palabras se estaban acercando, el momento de la verdad estaba por llegar hasta que...
- Se considera que el señor Mariano Pachetti es...
No. No. Nadie quería oír lo que venía, o mejor dicho sí lo esperaban, y querían que finalmente diga por fin que había sido excarcelado por negligencia, y no que a los diecinueve años estaría dentro de una prisión. Nadie permitiría eso, nadie...
- Es culpable y se lo determinó bajo una condena de dos años de prisión con posibilidad de libertad condicional después de los diez meses.- exclamó la jueza.
Y en ese momento, todo se desmoronó y empezó a cambiar.

Continuará...